miércoles, 28 de julio de 2010

Cuando necesites ángeles, allí estarán

Elsa Bustamante, líder de congregación de grupos de oración de Florencio Varela, vivió un episodio que recordará durante mucho tiempo. Desde que leyó Ángeles en tus tumbas comenzó a orar para que Dios enviara ángeles que la protejan, inspirada por una experiencia personal que el autor, el pastor Guillermo Prein, relata en el libro.

A las 18.30 del día 5 de mayo, Elsa tomó el colectivo 178 en Pompeya junto a una amiga, rumbo a la estación de Florencio Varela. Todo se desarrolló normalmente, pero a la altura de Wilde, subió un hombre visiblemente desequilibrado y, a pesar de que el transporte estaba bastante lleno, logró sentarse justo detrás de Elsa. A partir de allí, fueron 20 minutos interminables de agresiones, insultos y amenazas irracionales hacia su persona. Al principio fue en susurros, pero después fue subiendo el nivel de la voz. Elsa oraba por lo bajo y, atemorizada por la situación, no dejaba de repetir: “Señor, envía ángeles”.

Lo interesante es que al lado de esta persona violenta, se sentó un hombre alto con auriculares. Sin embargo, a pesar de que supuestamente no escuchaba nada de lo que acontecía, apenas el hombre violento le dijo a Elsa “te voy a descuartizar”, lo tomó del brazo y se originaron una serie de movimientos enérgicos.

El hombre violento sacó una trincheta con la que amenazó a Elsa y el chofer detuvo el vehículo; entonces, quien defendió a la mujer llevó del brazo al violento hacia la puerta del colectivo, y el chofer le quitó la trincheta bajándolo a la fuerza.


Todo era confusión y susto pero no pasaron más de cinco minutos cuando Elsa volvió a su asiento, tratando de serenarse. Entonces, su amiga le contó que aquel hombre alto había sido quien le detuvo la mano al violento impidiendo que ella resultara herida, pues por la rapidez con que ocurrieron los hechos, Elsa no se había percatado de ello. Ambas buscaron al pasajero solidario dentro del colectivo para agradecerle… pero el ya hombre no estaba. Nadie lo vio bajar y tres personas a las que les preguntaron tampoco vieron qué fue de él. Había desaparecido misteriosamente… Las dos se miraron y dijeron al unísono emocionadas: “¡Ángeles en tus tumbas!”. Minutos más tarde, llegaron a destino sanas, salvas y gozosas por haber visto la mano protectora de Dios.


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